Llorona
Lloré dos noches seguidas. Me echaba en cama, veía televisión un rato, me adormecían los programas aburridos que pasan a las 12 de la noche. Finalmente apagaba el aparato, me acomoda en mi cama, me tapaba con las sábanas, y cinco minutos después comenzaba a llorar. Nada podía parar ese llanto. Era impredecible y no sabía bien porque venía. Las lágrimas corrían, seguidas por aullidos de dolor, un jadeo que podía ser confundido con una risa extraña, mis manos tratando de limpiar la lluvia que caía, mi rostro arrugado, mi nariz roja, mis ojos que ardían. Todo al mismo tiempo, y yo sin explicarme porque se producía ese fenómeno. No es que haya estado bien, feliz y contenta, y de pronto me hubiese puesto a llorar.Habían sido unos días tristes, porque mi papá insistió en arruinar nuestra pequeña celebración por el día del padre y decir que odiaba las camisas que le habíamos regalado. Supongo que eso desató un sentimiento terrible en mi, aunque intenté bloquearlo durante un buen rato, para que mi mamá no se preocupara por mi y se angustiara por las puras. Me puse a llorar por eso supongo, pero la siguiente noche, ya mas tranquila y fuera de todo ese drama, hice el mismo ritual de siempre. Me metí en la cama y traté de dormir. Igual, mientras escuchaba música para no pensar las lágrimas comenzaron a brotar y nuevamente empezó el llanto, la pena, la conmiseración. Hoy me di cuenta de algo esencial. Que cada vez que me guardo de decir algo o sentir algo, mi cuerpo reacciona. Me dice, con esa luvia interminable, que necesita "desaguar" por algún lado, necesita botar esa mala energía. Yo que siempre me había creído muy fuerte por aguantar esos pequeños golpes con firmeza, ahora comprendo que guardarse algo es de lo peor. Siempre me guardo todo. Lo que me da alegría y lo que me da pena. Soy como una cajita envuelta en miles de papeles de regalo, interminables. Me pongo una máscara y me escondo detrás de ella. No se si soy fuerte por no decir lo que siento. No se si guardarme cosas me ayuda realmente. Lloré dos noches seguidas. Cuando terminaba de llorar sentía un alivio enorme y no tardaba en cerrar los ojos, quedarme dormida, como si con el llanto todos mis problemas, todas mis preocupaciones se hubieran diluido.