De porque la inseguridad
Debi haberlo pensado. Debi haber supuesto que M haría una cosa así. Pero no pensé mucho cuando me acercaba en los recreos ha hablarle. En serio. De pronto yo tengo esos arranques de "al carajo, todo me resbala" y voy ha hablarle a un chico sin roches. Claro que M no me gustaba en ese momento. Era simplemente el nuevo y por lo tanto, había que aprovechar su novedad temporal, antes que algun grupo lo asimilara. Yo era la primera persona que le hablaba y eso era bastante para un tipo que se quedaba en los recreos dentro de la clase con ese grupo de desadaptados que jugaban Magic. Pensé entonces que M era un chico normal. Quizá algo tímido, porque no se le daba por ir y entablar conversación con la gente del quiosco, o de pronto unirse a los demás chicos que jugaban futbol. Era, a mis ojos de adolescente, un tipo manejable. Me acerqué con toda la ingenuidad del mundo y hablamos bastante. Nos caíamos bien y yo pensé que eso significaba amistad. En un momento, mientras estiraba las piernas para acomodarse en la carpeta minúscula, noté que no llevaba medias, pero en vez de señalar esa omisión en su uniforme escolar y hacer una broma, dejé pasar el hecho, a pesar que él también se percató que había visto la falta de medias. Fue un segundo de incomodidad que tapé diciendo algo, llenando el vacío. Y seguimos hablando hasta que sonó la campana. Los días pasaron y yo perpetuaba mi plan de ir a hablarle en los recreos. Todo parecía ir bien. M comenzaba a caerme mejor. Hasta que un día en clase, lo vi conversando con un par de arpías recelosas, un par de chicas que me caían muy mal. Reían y parecían llevarse muy bien. Aquello no me amilanó, me acerqué ha hablarle e incluso le pregunté que cursos electivos iba a llevar, haber si llevabamos algo juntos. Inmediatamente hizo una mueca rara, como si estuviera interrumpiendo una conversación muy importante y me contestó a medias. Me pareció raro, pero no le di importancia. Tampoco le di importancia a la vocecitas de burla de ese par de arpías, ni sus comentarios idiotas sobre mi pregunta. Era solo una pregunta, nada mas que eso. Al dia siguiente, M ya no estaba en el salón. Se había ido con las arpías y ni siquiera me miraba. No soy una idiota, algo ingenua si, pero no idiota. Pensé que las malditas zorras le habían dicho algo de mi, le habían contado una mentira vil, o algun chisme barato. Pero nada de eso había pasado. Eso lo comprendí las semanas después de ese día. M no solo ya no me hablaba, sino que pasó a burlarse de mi. Cuando habíamos comenzado a llevarnos bien, me había prometido un cd de musica de una banda que me gustaba mucho. Todo eso lo había olvidado. Ya ni siquiera tuve ganas de pedirle el disco, o mas bien, de recordarselo. M se volvió un monstruo, un critter, un lacayo de las arpías.Le contó a toda la clase que yo me le había declarado, que me moría por él, y además de eso, que él no estaba conmigo porque era una gorda. Claro que ahora lo mandaría a la mierda sin pensarlo, quizá ni siquiera le hubiera hablado. Pero en esa época, lo único que hice fue esconderme, retraerme y dejar que me pasara encima. Seguro era porque me creía realmente lo que él decía a todo el mundo: que yo era gorda, fea, lorna y que no le caía bien a nadie. Pasaba por mi lado a decirme mil cosas. Inventaba bromas absurdas en las que yo era el punto principal. El colmo fue cuando un día vino a darme el disco. Me dijo que yo le debía plata por él. Le dije que yo no quería nada, pero insistía en que yo le diera dinero por lo que había grabado. Al final se cansó y no me insistió mas con eso. No recuerdo en que momento me libré de él. Creo que, para mi suerte, a mitad de año lo cambiaron de colegio. (...) Cuando todavía estaba en el colegio, pensaba en formas de cómo vengarme de él. Pensaba que en algun momento me lo encontraría en la calle. Pensaba que vendría a saludarme, como si fuésemos amigos. Lo dejaría acercarse, lo suficiente como para que escuche bien claro la lista de insultos que tengo guardada para él. A esta altura de la vida, lo que M haya hecho ya no tiene importancia. es un recuerdo terrible de cómo me dejé apabullar por un mentecato. Pero una cosa es reponderle a un tipo, pero que vengan en grupo a apabullarte es totalmente diferente. Esas cosas me pasaron en la secundaria con frecuencia. Quizá sentían que era presa fácil. Me jodían porque les daba cólera que aprobara los cursos sin esforzarme, que mis papás era los únicos que no se habían divorciado, o que mi papá siempre se preocupaba en recogerme a las 2 en punto, en la puerta del colegio. No lo sé. Eso no es lo importante. Mi problema principal no fue ese. Debi haberle dicho a mi mamá, debí haberle contado a mi papá. Probablemente hubiera cuadrado a M, y toda esa pesadilla hubiera acabado. Pero no lo hice. Porque siempre me guardo mi sufrimiento. Y me daba mucha vergüenza contarles a mis papás que no era una persona fuerte. Que no era capaz de mandarlo a la mierda. Que me dejaba pisotear por sus insultos estúpidos. Hoy tengo el mismo problema. Me da vergüenza aceptar que me equivoco, que la cago, que hay veces en que no tengo que responder, o que reacciono mal. Todavía a veces puedo sentir que hay gente que quiere atacarme sin razón, que quieren bajarme sin sentido alguno, como si yo les hubiera hecho algo. A veces es paranoia. Otras veces no tanto. Igual, no se si habrá sido el cúmulo de "M"s de mi vida, pero de cuando en cuando, si tengo que enfrentar una situación que me hace sentir insegura, tiendo a correr en el sentido opuesto. Supongo que no todos son iguales. Pero siempre hay una vocecita en mi interior, que trato de ignorar, pero que insiste en decirme, bien bajito, como si fuese un secreto, o alguna obscenidad: "¿Y si este resulta ser otro M?".