La primera vez
Como si fuese una ley de la naturaleza, o un mandato divino, a la parecer, al menos en cuanto a relaciones respecta, el primero siempre resulta ser el peor. Esto siempre lo recuerdo cuando preparo panqueques, aunque suene extraña la referencia. Primero, porque quien sabe cocinar algo, o ha preparado panqueques alguna vez en su vida, sabrá que cuando uno calienta la sartén, le pone un poquito de aceite y echa la primera porción de masa, sabe que ese primer engendro del sartén va a salir o muy grasoso (porque va a absorber todo el aceite que pusiste), o muy quemado (porque lo vas a dejar mucho tiempo preocupado por que no se cocine bien), o muy deforme (porque se te pasó la mano extendiendo la masa o la extendiste mal). Como sea, el primero siempre sirve para dictar un estándar, para saber cuanto tiempo debes dejarlo en la sartén, cuanta masa debes echar para que no salga muy grueso o necesite demasiado tiempo para terminar de cocerse, cuanto aceite debes echar, y en fin de razones. El primero te sirve para saber muchas cosas que no sabías antes de echar la masa, antes de embarrarte y malograr la masa. El primero es el que te toma más tiempo también. Porque piensas cuanta masa debes echar (aunque siempre te salga mucha o poca y no justa), cuanto aceite será necesario, y como debes de extender la masa en la sartén. El primero no se lo come nadie, además, porque salió tan feo que nadie lo quiere. Solo después del segundo, es que la cosa empieza a mejorar.Y para el décimo (a mi siempre me alcanza para 10 y, aveces, un once medio rascuacho), ya has agarrado la técnica, ya sabes que hacer y que no hacer. Por eso, el primero es importante. Es crucial en nuestra vida ¿culinaria? y nos va a ayudar a definir a los que van a venir después... Pero eso si, siempre hay que recordar, el primero no es el único, nunca. Si no, nos quedaríamos con el más deforme...Solo eso, una pequeña metáfora de la vida.